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La trampa del gas

Publicado 08.08.2022

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La trampa del gas

Después de semanas con una fuerte ola de calor que ha dejado temperaturas récord, tanto en tierra como en mar, no podemos empezar esta editorial sin hacer un nuevo llamamiento a la imperiosa necesidad de descarbonizar y abandonar las energías fósiles (petróleo, gas, carbón), lo cual solo será posible si conseguimos un rápido despliegue de renovables. Un reto colectivo, no exento de tensiones, que tendremos que afrontar con gran responsabilidad y altura de miras. Las renovables no prosperan tan rápido como sería necesario, pero evolucionan. Una tecnología avanzada y unos costes de generación cada vez más bajos permiten ser optimistas y creer en la viabilidad de desplegar rápidamente las renovables. Ahora nos falta llegar a un acuerdo y ponernos las pilas. 

Lo que preocupa enormemente es que los retos geopolíticos actuales han dado una nueva vida al gas. El gas no es una energía limpia, tal y como nos han hecho creer durante décadas. Al contrario, se trata de una energía sucia, fósil y no renovable que, como el petróleo y el carbón, también se tendrá que sustituir con energías renovables. En España y países vecinos se ha puesto en la agenda recuperar grandes proyectos de infraestructura gasista, como por ejemplo el Midcat que enviaría gas al centro de Europa cruzando los Pirineos, o la construcción de un gasoducto submarino que conectaría Barcelona con Livorno, en Italia, y que tendría un coste de miles de millones de euros. 

La construcción de esta nueva infraestructura del gas y la necesidad de amortización de la multimillonaria inversión que representa, nos condena a consumir una energía sucia, fósil y no renovable durante muchos más años de los que nuestra atmósfera puede asumir. Es imperativo detener estos proyectos si queremos cumplir con los objetivos de reducción de carbono asumidos por la Unión Europea. Conseguirlo requerirá demostrar que somos capaces de desplegar energía renovable de forma rápida y efectiva, pues es evidente que estos proyectos de nueva infraeastructura gasista no estarían sobre la mesa si tuviéramos suficiente “músculo” de energía renovable instalada o con previsión de ser instalada.

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