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Ante las ‘fake news’: ciencia ciudadana

Publicado 17.08.2020

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Ante las ‘fake news’: ciencia ciudadana

Ante las ‘fake news’: ciencia ciudadana

Sandra Espeja, coordinadora del Programa de Ciencia Ciudadana Marina en las Baleares.

Artículo publicado en ARA Balears 14/08/2020


En la era de la desinformación y las fake news toma más valor que nunca aquello de “no te creas todo lo que oigas, y de lo que oyes, solo la mitad”. Porque ya hace tiempo que cuesta distinguir aquello que es real de aquello que es pura inventiva, y por eso el conocimiento y el rigor científico son cada vez más importantes. Pero, por mucho conocimiento que se genere, si solo queda en el ámbito de la ciencia, ¿de qué nos sirve como sociedad? Aquí reside la importancia de saber cómo transmitir el conocimiento, tanto a la ciudadanía como a las instituciones.

La ciencia ciudadana es el vehículo perfecto para unificar el mundo científico con la sociedad civil, y puede facilitar mucha información útil a las administraciones. Una de las vías que hoy tenemos encima de la mesa es Observadores de Mar –una plataforma web donde poder incluir tus hallazgos científicos esperando que el experto/a valide aquello que has fotografiado. Esta es una opción muy recomendable –hay otras–, porque tiene una amplia trayectoria (nació el 2012) y parte de instituciones científicas referentes y públicas, como el CSIC –Consejo Superior de Investigaciones Científicas. A través de la ciencia ciudadana, cada cual de nosotros es uno cocreador de información: vemos alguna especie, la fotografiamos y la 'subimos' a la web www.observadoresdelmar.es.

Especialmente en el mar, donde hay dificultades evidentes para estudiar el medio, una buena observación puede marcar la diferencia. Cada mirada es única. Pero –como ya he dicho antes–, de lo que vemos solo nos tenemos que creer la mitad. Y, en este caso, la otra mitad son las personas expertas que validan nuestra información, lo cual no pasa en todos los portales, pero sí en Observadores de Mar, donde más de 70 científicos y científicas estatales e internacionales validan qué especie se ha identificado.

En este intercambio entre la comunidad científica y la ciudadanía se produce una win-win situation (expresión inglesa para mostrar que ambas partes salen ganando): por un lado, las personas investigadoras nutren sus estudios con más datos; por el otro, la gente aprende y a la vez tiene la satisfacción que su aportación servirá para algo –un sentimiento nada despreciable en los tiempos que vivimos.

Pero lo más importante es que todo este conocimiento creado desde el ámbito científico con aportación ciudadana no quede solo reflejado en artículos, revistas, pósteres y congresos. HACE FALTA –sí, con mayúsculas– traspasar esta información a las administraciones públicas, que son las que toman las decisiones de gestión. Y todavía diría más: este traspaso tiene que ser inmediato, porque, si no, se toman decisiones con información desactualitzada y, a veces, basándose más en leyendas urbanas que en evidencias empíricas.

Por lo tanto, ante la desinformación creada por el exceso de información, mejor ser partícipes del proceso de crearla y disponer del rigor aportado por expertos. Porque si somos conocedores de una situación y de las soluciones posibles, podremos incidir en acciones de gestión como sociedad.