Simplificando mucho, hay dos formas principales de cambiar las cosas. De arriba hacia abajo – trabajando con quienes ostentan el poder político y económico para cambiar las “reglas del juego” y definir políticas, normativas y planes de acción. O de abajo hacia arriba, movilizando y canalizando el poder de la gente. Como en todo, las cosas no son tan simples y a la práctica hace falta una combinación de las dos para ser efectivo. Un ejemplo muy evidente lo tenemos con el cambio climático. El acuerdo de París del 2015, aprobado por la mayoría de líderes mundiales, creó un marco y unas reglas del juego muy claras. Pero el poder de la gente es lo que ha impulsado a los gobiernos a acordar los compromisos de reducción de carbono; y las movilizaciones de los últimos años a elevar la ambición y conseguir que se cumplan los compromisos adquiridos.
En Marilles tenemos muy claro que transformar las Baleares en un ejemplo mundial de conservación del mar requiere trabajar a ambos niveles. Por un lado, reforzando compromisos políticos, como crear áreas marinas protegidas en un 30% del mar Balear y un 10% como reserva integral – en lugar del 0'16% que tenemos ahora – tal y como establece la Estrategia Europea de Biodiversidad. Por otro lado, apoyando el trabajo a nivel de la comunidad a través de múltiples proyectos, como el de Xarxa Dragonera Blavay el de la Associació per a la Defensa del Port de Pollença – de ambos os hablamos a continuación– o reforzando el programa de protección litoral liderado por el GOB Menorca, que ya cuenta con más de 1.000 voluntarios. Tenemos un marco legal para garantizar una buena conservación del mar Balear, pero hay una realidad ineludible: sin apoyo social y la implicación de la gente, nunca conseguiremos el nivel de conservación marina deseado.
