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El futuro de la pesca en Baleares

Publicado 12.04.2022

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El futuro de la pesca en Baleares

Barca de arrastre en aguas de Baleares. Foto: Annya Crane.

Cuando imaginamos cómo serán las Islas Baleares en 2030 –además de unos ecosistemas marinos y costeros en excelente estado de conservación, vida marina abundante y unos recursos pesqueros explotados de forma sostenible– vemos unos pescadores profesionales que adoptan prácticas y artes de pesca de bajo impacto y viven dignamente de su trabajo.

Mientras la pesca recreativa sube, la profesional baja. Los motivos son diversos: la falta de relevo generacional, la entrada de producto pesquero de fuera, el furtivismo y el empobrecimiento del medio marino. La buena noticia es que hay soluciones; la mala es que el sector pesquero no siempre ha demostrado la iniciativa necesaria para llevarlas a cabo. 

Hemos defendido y seguiremos defendiendo al sector pesquero cuando toque. Criticamos que el Ministerio de Pesca haya penalizado injustamente la flota arrastrera balear sin tener en cuenta que ya había reducido el esfuerzo mucho antes que otras flotas peninsulares; creemos que la flota balear se merece más cuota de atún de la que recibe actualmente, ya que puede representar un buen revulsivo económico para el sector; y entendemos que una subida de precios de gasóleo genere inquietud en el sector. Ahora bien, si queremos salvar la flota pesquera balear y evitar su gradual desaparición, hay que cambiar unas cuantas cosas. Y es aquí donde falta liderazgo e iniciativa. Por ejemplo, ¿Por qué el sector se moviliza rápidamente para reclamar soluciones urgentes en la subida de precio del gasóleo, pero no pide también ayudas para descarbonizar la flota, hacerla menos vulnerable y garantizar su futuro a largo plazo? 

Ya tenemos tecnología a nuestro alcance y un par de embarcaciones que la han instalado en aguas baleares. Las puertas flotantes en barcas arrastreras permiten reducir el consumo de gasóleo un 30 % –entre 150 y 250 € por día de pesca, equivalentes a unos 36.000 €/año por embarcación y más de 1 millón de euros para toda la flota. El coste de la inversión por las 30 barques de bou que hay en Baleares sería de unos 2'5-3 millones de euros, una inversión que en menos de 3 años ya se habría recuperado. 

¿Y si en lugar de gestionar la crisis esperando a que llegue la siguiente, pasamos a la acción? Baleares podría tener la primera flota libre en emisiones de carbono de todo el Mediterráneo; podría ser proactiva en la declaración de zonas marinas de alta protección y demostrar a otras flotas que proteger el 30 % del mar en 2030 es compatible y positivo para el futuro de la pesca; podría ser ejemplo de transparencia y cumplimiento para acabar con la pesca y comercialización ilegal; podría ser pionera en implementar medidas para favorecer la recuperación de rayas, tiburones, tortugas y aves marinas; y podría liderar en certificación de un producto local, sostenible y de excelente calidad. 

Tenemos ejemplos esperanzadores y pasos en la buena dirección: la red de reservas marinas de interés pesquero, el plan de gestión pesquera para Pitiusas, la instalación de cajas verdes, la marca PeixNostrum, la gestión de la lampuga, o la participación del sector en la jornada del 16 de diciembre –junto con recreativos y restaurantes– para buscar soluciones en la pesca ilegal. Pero todavía quedan algunos hábitos del pasado que hay que desterrar, como la resistencia a la declaración de nuevas áreas marinas protegidas o de medidas de gestión para conservar hábitats y especies marinas vulnerables como los fondos de coralígeno. 

A pesar de todas las dificultades, el sector pesquero tiene muchísimo a favor. Hay menos barcas y, por lo tanto, menos competencia; hay una fuerte demanda de producto fresco y de excelente calidad; y una nueva ley de Turismo que obliga a los establecimientos a diferenciar entre pescado local e importado. Todo ello supone una plataforma excelente para mejorar notablemente el rendimiento económico del sector pesquero balear; un sector que, si quiere, tiene un futuro prometedor, pero se lo tiene que creer y actuar en consecuencia. Ha llegado la hora de dar pasos valientes.